lunes, 11 de diciembre de 2017

Vuelta a Giant

En efecto, ese era mi tercer viaje. Viajar con empresas de trabajo temporal al extranjero supone
convertirte en un inmigrante sin derechos a merced de compañías que te alojan en cualquier chamizo, normalmente con polacos,  quienes han salido de su país con el mismo plan que tú.
El recinto cochambroso, alejado mediante quince kilómetros del pueblo más cercano no escondía la turbia intención que la empresa tenía de alejar la inmigración de la población autóctona con el objetivo de evitar conflictos.
Al día siguiente me desperté eufórico, llovía a cántaros pero mi sonrisa iluminaba Holanda entera, era el primer día de labor en una fábrica famosísima
de bicicletas, tan famosa que cualquier corredor de tour de Francia desearía portar cualquier velocípedo manufacturado en aquella factoría. 
Cada escasos veinticinco segundos este valioso y respetado objeto ponía fin a su fabricación y era enviado a cualquier país del mundo, mis ojos simbolizaban una clara admiración a los trabajadores que con suma destreza colocaban cada pieza en cortos y limitados segundos.

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